jueves, 26 de febrero de 2015

Los verracos

Una de las manifestaciones arqueológicas más llamativas durante la Segunda Edad del Hierro y los comienzos de la romanización, es la escultura zoomorfa en piedra, popularmente conocida como "verracos". Las especies que se representan son dos, toros y cerdos, pero cuando los detalles lo permiten también es posible diferenciar el jabalí.
Estas esculturas están talladas en bloques de granito donde se representa al animal de cuerpo entero así como el pedestal que lo sustenta. En general acusan un relativo esquematismo en las formas; en algunas ocasiones se observa la intención de querer indicar detalladamente las partes que constituyen la anatomía del animal, aunque lo habitual es que el escultor se limite a unas líneas básicas que permitan identificar la especie. La postura es siempre la misma, de pie y rigurosamente frontal. Sus dimensiones no son uniformes, desde ejemplares de menos de 1 metro hasta esculturas de más de 2,50 m. de longitud, y suelen presentar los órganos sexuales muy marcados, tratándose siempre de machos y nunca hembras.
Se distribuyen por el occidente de la Meseta, la mayor parte en las provincias de Zamora, Salamanca, Ávila, Segovia, Toledo, Cáceres y en las comarcas portuguesas de Trás-os-Montes y Beira Alta.
No es fácil precisar cuantos verracos completos y fragmentados existen o han existido, dando siempre por descontado la presencia de otros muchos ocultos en la tierra, destruidos de antiguo o incluso reutilizados. Algunos fueron recortados en la Edad Media para usarlos como sillares o piedras de relleno, bien visibles en las murallas de Ávila. Con todo, en los últimos años el catálogo se ha incrementado gracias a nuevos hallazgos y hoy el número rebasa los cuatrocientos ejemplares. Casi la mitad del corpus conocido procede de la provincia de Ávila, siendo la capital la que concentra el mayor número de ejemplares, unos cincuenta, y los Toros de Guisando (El Tiemblo) el conjunto más representativo.

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